Historia d'una escuela

Ya fa años que colaboro con la revista L’Alcaugüé de Chistén con una seción adedicada a la escuela. Dende que no i soi en el CRA Cinca-Cinqueta hen diu fendo cosetas chino chano con Carlos, el tutor dende fa ya cuatro cursos. Estiaño marchaban ta’l istituto es zaguers borches que van ubrir de nuevo la escuela, asinas que von pensar en fer una colaboración con es mayestros que heban pasau como tutors toz estes cursos per Chistén.
El comparto con vusatros ta rematar el curso en el blog, agradeixendo a estes grans compañers que haigan quisto que toz podián asomarnos a lo qu’han estau 9 años de momentos compartius en una escuela rural de Sobrarbe. ¡Nos viyén per ixas carreras!
 
Rematando el curso
Bendita la pacencia que tiene Julián cuan le toca demandar es testos ta la revista, perque siempre fon la retranga dende la escuela. ¡Caldrá agradeixérnele bela vez!
Esta entrega ye especial, ya que ta’l curso que viene ya no quedará garra borche d’es que van ubrir la escuela fa 9 años. El tiempo pasa que no t’enteras, y aqués ninos y ninas que viyebas chiquinins s’han tornau mozos y mozas bien grans. Toca marchar ta l’istituto (al que ya va Iván), pero seguro que recordarán es años que van poder estar en casa dindo a la escuela con un mayestro que’s conoixeba de punta a coda, y minchando en casa con la suya familia. Esto que paix tan simple, no toz el pueden fer. Un lugar en el que sientes per las carreras correr, chilar, blincar, roñar u redir a ninos y ninas da la vida.
M’alcuerdo de cuan yere chicot de asomarme bela vez ta la escuela de Chistén. Anque tansamen tiengo memorias, me trucaba la cabeza aquello de que en la mesma aula marchasen toz es cursos de vez. Yo, que amés yere acostumbrau a un cole de ciudá granizo de tot, con clases de 40 ninos y lo menos ventipico aulas per curso. Dende luego, el cambio yera fuerte. Pero més me chocaba, cuan yere en Saravillo, viyer que las escuelas s’emplegaban ta fer baile y montar bar ta la fiesta. No i heba prous borches ta tenerla ubierta…
Uns años dimpués, la escuela de Chistén tamién va tancarse. Ya sabez, si no i hai prou mainada, no se’l piensan mica en la almenistración. La suerte que hen teniu en esta val ye que s’haigan puisto tornar a ubrir escuelas. Con lo que cuesta convencer en la capital que adediquen perras a estes lugars, ye un chiquet milagro. Un milagro del que voi poder estar parte cuatro años, mirando de troballar per la cultura de la zona con las clases en chistavín. En unas escuelas an la traza de troballar ye una delicia, con toz mesclaus, podendo fer cosas que no te puez plantear en un aula con una trentena de borches, y conoixendo al tuyo alunnau como si vivise en casa tuya. Dos años dimpués da gusto pasar per las escuelas, que te saluden es borches con una rialleta, y te pregunten que cuan i tornarás. Lo millor que le pueden decir a un mayestro. A viyer si bela vez puedo soltarles que i torno…
Ara que se van es primers borches que van ubrir la escuela, podén recapitular. Han pasau un rabaño de tutors per la escuela, y toz guardan un buen recuerdo de la suya estancia. Preba d’ello ye qu’han quisto participar en este numero de l’alcaugüé adedicando unas parolas a la escuela de Chistén. Nos falta Laura, que, per si no’l sabez, ya leva uns años dando clases en Estaus Chunius. No ha puisto allegar a tiempo ta colaborar, pero tamién s’alcuerda d’aquel curso que va estar. En fin, que me callo y deixo paso a estes compañers de profesión. ¡Pasaz buen verano!
Javier Vispe Mur
 

 
Carta a los chistavinos
Saludos a todas y todos los vecinos y especialmente a “mis chicos y chicas” y sus familias. Yo tuve el honor de comenzar esta última etapa de la escuela de Chistén. Después de estar 12 ó 13 años cerrada, la escuela volvió a abrirse para acoger a los 4 niños del pueblo que tenían edad de escolarizarse: Noemí, Hugo, Ainara e Iván.
Siempre he pensado que un pueblo con escuela es un pueblo más vivo. ¡Qué alegría da escuchar la algarabía que forman los niños, sus risas y sus juegos! Cuando me adjudicaron la plaza, sentí alivio por quedarme en la comarca, pero también temor por la carretera que tendría que recorrer cada día y sobre todo por ¡la nieve! ¡Ay la nieve! Jamás he estado tan pendiente del tiempo como en aquellos dos inviernos que pase allí. Me hice asidua de varias páginas web que informan del tiempo por localidades, además de escuchar el espacio televisivo de TVE dedicado a este fin. Aún así, en una ocasión, me sorprendió una gran nevada que no pronosticaron. SI, 80 cm de nada. Desde ese día me volví escéptica con las previsiones. Recuerdo perfectamente esos 2 días que no paró de nevar. ¡Menuda tarta de nata había en la mesa redonda que está situada delante de la iglesia! Daban ganas de hincarle el diente. Estaba todo precioso.
Excepto por esos temores, mi estancia en Gistaín fue muy agradable. Recuerdo con mucho cariño esos años. Los niños eran encantadores y sus familias también. Me hicieron sentir bien desde un principio, me recibieron con agrado y eso siempre se agradece. Los recreos al sol eran un placer. Un sol cálido en el invierno y muy luminoso. Algunos días nos acompañaban vecinos que se acercaban para ver los juegos de los niños y charlábamos un rato. La escuela era muy acogedora, con sus grandes ventanales simulando rayos solares. ¡Y qué vistas se apreciaban desde allí! Podría haber estado horas mirando por esas ventanas. ¡Qué paz y tranquilidad se respiraba!
Me gustaría que otros compañeros pudieran también disfrutar esas vivencias. Por supuesto, deseo que los habitantes del pueblo sigan escuchando las voces alegres de los pequeños. Y me encantaría que esa preciosa escuela siguiera acogiendo durante muchos años más, a los niños y niñas de Chistén. Esperando que mis deseos se vean cumplidos, me despido de todos vosotros y vosotras con un fuerte abrazo.
Con cariño.
MªCarmen Senz de Viu
 

Cerrar una escuela o irse de ella para no volver siempre es motivo de tristeza y reflexión, más si es una escuela unitaria, lugar mágico donde uno se encuentra con la globalización real, el aprendizaje internivelar, la cooperación… La implicación de familias, profesores y por supuesto los niñ@s siempre lo hizo todo más fácil para mi. Aún recuerdo las miradas expectantes de los niñ@s hacia el nuevo maestro….y las mías por conocerles a ell@s. Mis recuerdos de aquella época no se borrarán fácilmente, fueron nuestros primeros encuentros con las escuelas unitarias y eso no se olvida igual que vosotros recordaréis vuestra escuela durante toda la vida.
Antonio Barrios Bernad (Kuko)
 

“¡Del año de Gistaín!” contesto siempre cuando me preguntan ¿De qué curso tienes mejor recuerdo? Nunca pensé que, al leer en el papel Cra Cinca Cinqueta, la vida me estaba regalando una experiencia única, la de pertenecer a una escuela familiar que te permite ser tu mismo como persona, antes que como maestro.
Cuando has tenido una infancia en la que estabas rodeado de treinta compañeros de clase, varios profesores y tres o cuatro colegios alrededor entre los que elegir, crees que eso es lo “ideal”. Percepción que, al poco tiempo de pisar la tarima de vuestra coqueta escuela, cambié por completo. Pasé de tener un vértigo ante lo desconocido al principio a, nueve meses más tarde, una indescriptible sensación de felicidad ante la inolvidable etapa que viví.
La escuela rural, si se cree en ella, da una infinidad de oportunidades, tanto a alumnos como a profes, a la hora de crear un sentimiento de pertenencia, a experimentar y utilizar todos los recursos con los que cuentan los pueblos y sus alrededores. Y educar de una manera vivencial, no viendo fotos de güellas en los libros, sino saliendo al recreo más bonito del mundo, el de Chistén, y tener que dejar de jugar para que pase el rebaño.
Ahora se cierra un círculo. Nueve años de momentos compartidos entre Ivan, Ainara, Noemi y Hugo y cada uno de los maestros que han crecido al mismo tiempo que ellos, y ya no estoy hablando solamente de educar, sino de compartir, sentir, vivir y aprender a ser. Orgullosos marcharán a L’Ainsa siendo recordados como los cuatro pequeños héroes que reabrieron y formaron parte de la historia de este cole.
Hace unos pocos meses tuve la oportunidad de volver a entrar en vuestra escuela y volver a sentirme el mayestro. Gran alegría hasta que Carlos me dijo que probablemente, este sería el último curso que esa bonita escuela mantendría sus puertas abiertas. Para un maestro, el cierre de un cole es la noticia más triste posible, y si se trata de un lugar del que te sientes formar parte, te parte el alma. Por medio de Javier Vispe me entero que hay buenas noticias, que probablemente la escuela no se cierre y que el alma de Chistén, el cole, quizá siga manteniendo viva la llama. Ójala haya profes que tengan la oportunidad de disfrutar tanto como lo hice yo. Espero de verás que esto sea así, porque mucha gente pequeña en muchos lugares pequeños, harán pequeñas cosas que cambiaran el mundo.
Victor Usán Sarría
Maestro de Chisten en el curso 2010/2011
 

Me pide el profesor de Chistavín y maestro de escuela, Javier Vispe, que resuma en cuatro líneas lo que han sido estos cuatro últimos años en nuestra escuela. Misión imposible. ¡Demasiadas vivencias y momentos inolvidables! Llegué a Chistén hecho un chaval con mis cincuenta años recién cumplidos y con los ojos como platos, perplejo, casi incrédulo ante la belleza que cada mañana me daba los buenos días camino de la escuela. Esa misma escuela por la que habéis pasado varias generaciones de chistavinos, pequeñita, acogedora, preciosa y con unos ventanales que permiten que, durante el largo invierno, disfrutemos viendo como “las peñas” se van blanqueando, y en primavera podamos ver (y oír) como cae un alud allí justo enfrente, o el vuelo de los alimoches y quebrantahuesos, y siempre, obsequiados con un sol que otros muchos para ellos querrían. Un privilegio.
Allí adentro me esperaban tres niños y tres niñas, también espléndidos, maravillosos, con algún defecto, supongo, pero llenos de virtudes, increíblemente diferentes unos de otros, la vida misma. Si es verdad que todos tenían algo en común, todos hablaban por los codos, bueno por los codos, por los tobillos, por las rodillas, por la cadera, por cada una de sus vértebras y me atrevo a asegurar que incluso por la articulación carpo-metacarpiana del pulgar izquierdo. De Ainara, Henar, Hugo, Iván, Noemí y Valentín he aprendido mucho, muchísimo; y me han dado cosas y momentos de alegría y satisfacción que ellos ni siquiera imaginan.
La llegada de Asier y Zayra fue uno de los mejores regalos que he tenido en mi vida. Los maestros que nunca han pasado por una escuela unitaria de estas características no saben lo que se pierden: las relaciones que se establecen con estos niños y sus familias, y el afecto que se recibe de ellos y del resto de las gentes del pueblo, poco o nada tiene que ver con lo que ocurre en un cole de una ciudad o en pueblo grande. Al igual que ocurre ventanas a fuera, tuvimos algún nubarrón, e incluso alguna pequeña tormenta de verano, pero en general, ventanas adentro, el tiempo siempre ha sido bueno, con cielos claros y despejados.
Arrancamos el presente curso con cierta incertidumbre y tristeza ante la posibilidad de que las puertas de nuestra escuela se cerrarán de nuevo, quizás para siempre, pero repentinamente una brisa cálida y sureña las ha vuelto a abrir de par en par. El acento, las risas y “el duende” de Carmen y Héctor se mezclan ahora, con las del resto de niños, y con los sonidos típicos del valle: las esquilas, el trino de los pájaros, el balar de las ovejas y cabras, el sonido del agua del barranco, las campanas del reloj de la iglesia, los ladridos de Rubia cuando pasa a su lado este maestro…Poco a poco otras brisas irán llegando y harán posible que estas puertas permanezcan abiertas durante mucho tiempo y que nunca falte, aquí adentro, la luz que entra por esas ventanas, la alegría, las risas, las canciones, el bullicio, las ganas de descubrir el mundo, el jolgorio… La vida en ese lugar mágico que llamamos escuela.
Carlos Omiste Martínez

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